Testimoniales CDLA
Iván Ibarra, Leucemia Linfoblástica Aguda de alto Riesgo,Caso de éxito
feb / 10 / 2025
Mi nombre es Iván y les quiero contar mi historia como sobreviviente de cáncer.
Cuando tenía apenas un mes de nacido, mi vida y la de mi familia, dio un giro inesperado. Mi madre recuerda que comencé con fiebre persistente, palidez extrema y pequeños bultos en la cabeza. Me llevaron con varios médicos, quienes decían que solo era una infección en la garganta. Una y otra vez me recetaban antibióticos, pero nada funcionaba.
Mi estado de salud empeoraba cada día.
Decidieron llevarme al Hospital Infantil Federico Gómez en busca de respuestas. Al llegar, los médicos actuaron de inmediato: me sacaron sangre y me realizaron estudios urgentes. Mientras mi familia esperaba los resultados, la angustia los consumía.
Finalmente, llegó la noticia: tenía Leucemia Linfoblástica Aguda de Alto Riesgo, con infiltración al sistema nervioso central.
Un diagnóstico aterrador que a mi corta edad, hacía que el pronóstico fuera más complicado y que necesitaría un trasplante de médula ósea, un procedimiento sumamente costoso.
Los doctores le hablaron a mi madre sobre Casa de la Amistad, una fundación que apoya a niñas, niños y jóvenes con cáncer. Le explicaron que existía una lista de espera, pero ella confió en Dios y, para su alegría, en menos de un mes ya formábamos parte de esta maravillosa institución.
Desde el primer día, Casa de la Amistad nos brindó no solo apoyo con medicamentos y quimioterapias, sino también un abrazo de esperanza. Cada vez que íbamos, nos recibían con cariño, haciéndonos sentir que no estábamos solos en esta batalla.
Así que con todo este apoyo, comencé mi tratamiento de inmediato.
La primera quimioterapia me dejó en un estado crítico y estuve tres meses en terapia intensiva. Los médicos decían que las esperanzas eran mínimas, pero me aferré a la fe. Contra todo pronóstico, iba mejorando. Durante cinco años, recibí un total de 120 quimioterapias, enfrentando cada sesión con una valentía indescriptible.
Lo que sucedió después, fue un verdadero milagro: los doctores nos confirmaron que el cáncer se había detenido y que, sorprendentemente, ya no necesitaba el trasplante de médula ósea.
Mi fortaleza, el amor de mi familia y el apoyo de Casa de la Amistad fueron clave en mi recuperación.
A medida que pasaban los años, las revisiones médicas se fueron espaciando cada vez más. A los 18 años, fuí trasladado al Hospital Juárez de México, donde los oncólogos me dieron la mejor noticia de todas: ¡Ya no necesitaba más tratamientos!
Era un joven sano, libre del cáncer.
Hoy, con 23 años, soy un orgulloso ingeniero, agradecido con Dios, con la vida y con Casa de la Amistad, quienes fueron parte fundamental de mi historia. Sin su apoyo, nunca habría sido posible costear mi tratamiento.
A los padres que atraviesan esta difícil situación, les digo: tengan fe a la vida, no teman al cáncer. Es una batalla dura, pero con amor, esperanza y apoyo, se puede ganar. Yo soy testigo de que los milagros existen.
¡Sí se puede! ¡Vamos, papás!
Gracias, Casa de la Amistad, por ser luz en nuestro camino.
Con amor y gratitud, Iván.