Testimoniales CDLA

Andric Mendoza, Caso de éxito, Leucemia Linfoblástica

Escrito por Casa de la Amistad | Mar 31, 2025 4:47:37 PM

Hola, me llamo Andric Mendoza y quiero compartir con ustedes mi historia.

Cuando tenía 14 años, comencé a notar pequeños moretones sin motivo aparente, llagas en la boca y fuertes dolores en los pies. Al principio, mi familia y yo pensamos que eran consecuencias normales de jugar fútbol o de hábitos como morder lápices y andar descalzo. Sin embargo, con el tiempo, los síntomas se volvieron más preocupantes: dolor en los dientes, infecciones en la boca y fuertes dolores de cabeza. Fue entonces cuando supimos que algo no estaba bien.

Mi mamá me llevó al hospital, donde me realizaron varios estudios. Con el corazón en un puño, recibimos la noticia que nadie quiere escuchar: tenía leucemia linfoblástica.

La doctora nos explicó que debía ser trasladado a un centro de salud para obtener un pase al hospital. Gracias a Dios, logramos una consulta en el Instituto Nacional de Pediatría (INP), donde confirmaron el diagnóstico. El 19 de diciembre de 2019 comencé mi tratamiento.

En medio de la angustia y el miedo, apareció un rayo de esperanza. La trabajadora social del hospital nos habló de Casa de la Amistad, un lugar donde nos brindaron apoyo con hospedaje, alimentos, transporte para mis consultas e incluso el medicamento. Nos dieron todo lo necesario para que yo pudiera concentrarme únicamente en lo más importante: mi recuperación.

Recuerdo que, con el alma llena de incertidumbre, le pregunté a la oncóloga cuáles eran mis probabilidades de sanar. Su respuesta fue clara: "Todos los niños tienen un 70% de posibilidades de recuperación". Volví a preguntarle si yo estaba dentro de ese porcentaje y, con firmeza, me dijo que sí, pero que era fundamental seguir todas las indicaciones al pie de la letra: no faltar a ninguna consulta, alimentarme bien, beber suficiente agua y mantenernos fuertes como familia.

El camino no fue fácil. Hubo momentos de miedo, cansancio y dudas, pero nunca dejamos de luchar. Seguimos cada indicación al pie de la letra y asistí a cada consulta sin importar si llovía, tronaba o temblaba.

Hoy, con profunda gratitud, puedo decir que todo valió la pena. Hace un año fui dado de alta y ahora solo acudo a chequeos cada dos meses. Si Dios lo permite, este año cumpliré 20 años, lleno de vida y sueños por cumplir.

A todas las familias que están enfrentando esta batalla, quiero decirles: tengan confianza, fe en Dios y nunca pierdan la esperanza. Gracias a Casa de la Amistad por su enorme apoyo. Sin ellos, este camino habría sido aún más difícil.

Nuestra historia es un testimonio de que, con fe, amor y perseverancia, se pueden superar los momentos más difíciles.