Salud
¡AUCH!
jul / 10 / 2024
No lo pensó mucho. La carita de Violeta la convenció de que podía hacer algo para apoyarla. Se dirigió directamente al baño, tomó la rasuradora de Víctor, su esposo, y comenzó por el frente. Su cabello caía sobre el periódico que había colocado en el suelo. Sintió frío, pero en todo el cuerpo. Esa sensación de perder algo que das por hecho que siempre tendrás es fuerte. "Violeta debe sentir lo mismo", pensó. Ella pierde su salud, sin saber si la recuperará, y ha perdido también sus trenzas.
Llegó Víctor, y antes de que pudiera decir algo, Celia le pidió que le rasurara la parte de atrás de la cabeza. Víctor también se rapó.
Amelia y Fermín se turnaban para que Areli no estuviera sola en el hospital ni un solo día. Desde temprano llegaban con algún cuadernillo para colorear o un pequeño cuento para leer juntos. Un osito de peluche fue abrazado con mucho cariño por Areli desde el primer día que lo recibió. Lo llevaba a todos lados dentro del albergue. Los días que tenía que quedarse en el hospital para su quimioterapia, el peluche le servía para sentir la compañía de sus padres por las noches, ya que papá y mamá no podían acompañarla debido a las reglas del hospital.
Una mañana, Amelia llegó tarde al hospital, con una expresión de gran tristeza.
—Estoy embarazada y quiero tener a mi bebé. Fermín se fue de la casa. No quiere arriesgarse a tener otro hijo con cáncer.
Así como las anteriores, existen muchas historias sobre cómo cada persona enfrenta situaciones difíciles. Las reacciones ante las dificultades son diversas debido a nuestra personalidad, es decir, el conjunto único de rasgos emocionales, pensamientos y comportamientos que nos caracterizan a lo largo de nuestra vida. Así es la condición humana. Pero también hay un factor esperanzador que podemos descubrir para sobrellevar o, en su caso, trascender la dificultad: "No es el sufrimiento en sí mismo lo que hace madurar al hombre, es el hombre el que le da sentido al sufrimiento" (Víctor Frankl). En primera instancia, parece imposible darle sentido, encontrar el "para qué" de una situación grave como la de tener un hijo con cáncer. ¿Cómo manejar esta terrible experiencia para tantos padres que se agobian a diario viviendo el padecimiento de sus hijos?
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
En Casa de la Amistad para Niños con Cáncer, hacemos énfasis y trabajamos cada día para ayudar a los usuarios y a sus familiares a encontrar un sentido a lo que están viviendo a través de varios programas. Cada vez que se oye esa campana sonar porque alguno de los usuarios entra en vigilancia, es una motivación para los demás. Una alegría compartida con todo el albergue, que aviva el deseo de recuperación, de salir adelante, de que regrese la salud.
Curiosamente, las niñas y niños tienen una capacidad natural para darle sentido a su condición. No son pocos los que quieren ser, de grandes, doctores y/o enfermeras "para curar a otros niños que tienen lo mismo que yo".
—¿Me va a doler? —preguntó.
—Es sólo un piquetito —respondió la pequeña doctora.
—¿Pero me va a doler? —insistí, mientras la "doctora" me daba unos golpecitos en el reverso del codo.
—Cierra los ojos y respira hondo —recomendó muy segura.
—¡Auch! —¡No te puede doler porque estamos jugando de mentiritas!
—¿A ti te han hecho muchos piquetes? —pregunté con confianza.
—Sí, muchos. Sobre todo en los brazos. Mira —me contestó.
—¿Y qué hiciste?
—Pues grité ¡Auch!
Marcela Luengas